viernes, 25 de febrero de 2011

RECAPITULANDO

Hoy han endurecido el toque de queda en la zona centro, de manera que los pocos habitantes que aún quedamos en el perímetro de las Four Avenues debemos volver a nuestras casas antes de las seis y media de la tarde. Hoy ha sido, por tanto, un buen día para recapitular, reflexionar y tratar de resumir en poco espacio lo que he percibido estos días.

No voy ha referirme aquí a la valentía de los neozelandeses, pues no les pertenece. El altruismo, la generosidad y la solidaridad que se ha desplegado tras el terremoto es demasiado grande como para confinarse dentro de los estrechos conceptos de nación, estado o patria. La entereza que los habitantes de Christchurch han demostrado y siguen demostrando es patrimonio de la especie humana, pues mana de lo más profundo del ser y todos nosotros, por tanto, debemos sentirnos orgullosos y parte de lo que está pasando en esta pequeña ciudad de las antípodas.

Tampoco voy a apelar a vuestra compasión, pues tal sentimiento resulta trivial (o al menos inapropiado) ante la complejidad de fenómenos, visibles o invisibles pero todos aprehensibles, que se están desarrollando conexa y simultáneamente. Desde luego ha habido muchos muertos y heridos; familias enteras han perdido sus casas, posesiones y puestos de trabajo y, en general, reina aquí un letargo letal compuesto de miedo, incertidumbre y espera a partes iguales. Sin embargo, considero que sería injustificado reducir el desastre a las diversas y truculentas tragedias personales que llenan las páginas de los periódicos nacionales. Por supuesto, todos lamentamos que un amante del futbol (soccer-lover) haya perdido una pierna (portada del día), pero centrándonos únicamente en este tipo de dramas estamos desperdiciando la posibilidad de contemplar en su integridad las inusuales capacidades que afloran en una comunidad en condiciones extremas. El hecho de que la empatía y la solidaridad espontánea, y no el pillaje o el crimen impune, haya sido lo primero en manifestarse constituye la certeza de que, en última instancia, debemos tener mejor opinión de nosotros mismos. Eso, y no la faceta trágica, es el aspecto más sobresaliente de este y de todos los desastres.

Finalmente, Tampoco voy ha realizar aquí un panegírico de la ciudad de Christchurch, de lo bonito de sus parques y calles, lo divertido de sus noches, la simpatía de sus habitantes y, en general, lo a gusto que se estaba aquí. Estos manidos detalles, aunque completamente ciertos, pueden encontrarse en cualquier guía turística, pero aquí, tras el terremoto, sonarían a epitafio. Un epitafio a todas luces inapropiado para una ciudad que ha desplegado una vitalidad genuina que poco tiene que ver con el anodino caos, que algunos equiparan a dinamismo, de las grandes urbes. Lo que hace digna de aprecio a esta ciudad no es la tragedia que ha vivido, de la misma manera que sus habitantes no son ahora más heroicos de lo que lo eran un minuto antes del terremoto. No queda pues espacio para la nostalgia, que es por definición un sentimiento estático y nocivo, tan solo hay lugar para a la callada admiración por el presente y el futuro de esta pequeña pero significativa parte del mundo.

Así pues, ¿de que vamos a hablar hoy?

Pues, sencillamente vamos a recapitular y presentar lo que ha sucedido en estos días como si de una crónica se tratara, siempre desde el punto de vista de quién lo ha vivido.

¿Por qué?

Porqué seguramente este domingo coja un vuelo a Auckland y pierda cualquier contacto con esta ciudad. Porqué hoy la programación de la televisión ha vuelto ha ser extremadamente variada y donde ayer sólo había imágenes del desastre hoy vuelve a haber series cómicas y realities de gente obesa siendo torturada por entrenadores vigoréxicos y presentadoras anoréxicas. Porqué si no lo hago hoy es posible que mañana se me haya olvidado lo que pasó aquí (la mente humana y la parrilla de los medios de comunicación tienen curiosos paralelismos).

Así, el martes 22 de febrero poco antes de la una de la tarde un temblor intenso y prolongado sacude el suelo de arriba abajo y de un lado a otro (esa era mi percepción). Un terremoto de 6.3 en la escala de Richter con su epicentro a escasos 10 Km. sur de la ciudad y unos 5 Km. de profundidad, exactamente bajo la localidad de a Lyteltton, un pueblecito portuario con aires franceses situado en la península de Banks.

Es difícil explicar la sensación que se siente ante un fenómeno tan grande como es un terremoto. Primero se oye un rumor seco, vacío, sordo y vibrante que aumenta progresivamente hasta convertirse en un ruido atronador que surge de las entrañas de la tierra mientras el suelo se convulsiona haciendo casi imposible cualquier intento de correr o desplazarse. Pese a ello mentiría si dijera que es tan aterrador como pueda parecer. Una vez que uno se acostumbra a las réplicas, estas se viven con una mezcla variable y desigual de emoción, temor y hastío en función de la magnitud de cada movimiento sísmico. Si bien el primer día después del terremoto cada pequeña réplica iba acompañada de una carrera al jardín o a la calle, ahora mismo ni siquiera nos molestamos en levantar la mirada.

Volviendo por tanto al momento del terremoto, una vez que este hubo acabado salimos corriendo al jardín y, en plena euforia, fuimos corriendo hasta cerca del centro de la ciudad, a escasos 600 metros de nuestra casa. Es una sensación extraña la de ver reducidos a escombros repentinamente los edificios que tan familiares me eran. Poco antes de llegar al centro nos detuvimos. Los inmuebles a ambos lados de la calle parecían haber vomitado sus fachadas sobre el asfalto dejando a la vista la intimidad de su interior. Asimismo, el aire resultaba irrespirable por ser una mezcla de gas, cemento y polvo, por lo que no nos atrevimos a salvar la corta distancia que nos separaba de la catedral. Tres detalles patéticos pueden ilustrar el momento: un anciano llorando en la esquina de Worcester con Manchester repitiendo “the cathedral, the cathedral”; Un profesor asiático fuera de si gritando por un teléfono móvil “but they are inside!” y un perro gimiendo y corriendo sin rumbo como una bala calle abajo. Como es habitual en estos casos ya circulan numerosos rumores acerca del comportamiento animal estos días. Desde el extraño vuelo de los patos antes de la fuerte réplica de esta mañana, hasta la desaparición de las hormigas (ahora mismo una legión de ellas están dando cuenta de mi cocacola, así que estoy bastante tranquilo). Asimismo, Esta tarde uno de mis compañeros de piso me ha contado que poco antes del seísmo, un perro atacó a su dueña y a sus dos hijos dentro del coche y que tuvo que ser abatido por la policía.

En todo caso, y a pesar del dramatismo del momento, yo estaba bastante tranquilo. El gran terremoto de septiembre, siendo mucho mayor, se había saldado sin victimas mortales (aunque también es cierto que se produjo a las cuatro de la mañana, y no en hora punta). Tras encontrarme con unos amigos de la academia volvimos a casa a ver la noticia. La cosa adquiría progresivamente matices dramáticos. El campanario de la Catedral se había derrumbado, así como numerosas oficinas y hoteles del centro, por lo que la posibilidad de que se repitiera la buena suerte del terremoto de septiembre se iba haciendo cada vez más remota. Por otra parte los aftershocks (las réplicas) eran y han sido constantes, si bien en los últimos días nos hemos acostumbrado a ellos.

Desde un primer momento se habló de centenares de desaparecidos, dándose además la circunstancia de que esta semana se estaba celebrando en Christchurch una exposición floral dentro de la catedral, por lo que presumiblemente había mucha gente dentro del templo cuando este se derrumbó. La situación de incertidumbre me recordó un poco al clima de Madrid la mañana del 11 M, pero con menos rabia y más impotencia que aquel día debido al origen diametralmente opuesto de sendas tragedias.

Al cabo de unas horas, el Primer Ministro John Key, que se había trasladado a esta ciudad, dio un discurso por televisión del que recuerdo una frase especialmente emotiva: “Christchurch, this is not your test, this is New Zealand's test and I promise we will meet this test” (cuyo profundo significado debe entenderse a la luz del intenso régimen localista que prima en el sistema político kiwi). Al margen de que este sea año de elecciones y otras consideraciones mezquinas, debo reconocer que la frase y el discurso entero, extremadamente breve, supuso para mi la toma de conciencia de que había pasado algo realmente grave.

A partir de ese momento se desplegó plenamente toda la maquinaria del Estado. Era cómo un hormiguero en pie de guerra; cómo si un organismo vivo estuviera siendo atacado y respondiera a ese ataque con todas las fuerzas disponible. El cielo empezó a llenarse de helicópteros de todas las instituciones de defensa civil mientras, en tierra, bomberos, policía y ejército tomaban las calles y establecían rápidamente un perímetro de seguridad poniendo fin al espontáneo (des)orden de los primeros momentos. Por su parte la tierra respondía impasible con frecuentes réplicas sísmicas que paralizaban por segundos toda actividad y obligaban a contener el aliento. También desde el suelo varias columnas de humo emergían de diversos puntos de la ciudad tiñendo de negro el cielo nublado y ,en medio de todo este caos, el hotel Chancellor, que es el edificio más alto de la ciudad, se erguía (y yergue), malherido, con una de sus fachadas doblada sobre si misma.

Precisamente lo extraordinario del momento no era sino reflejo de que la situación había trascendido de la emergencia a la fatalidad. La vida civil y económica de Christchurch quedó completamente suspendida (hasta el momento) y en la televisión la frase death toll rises X iba cuantificando regularmente la magnitud real del desastre. A día de hoy la cifra de muertos asciende a unos 130 más 200 desaparecidos. También Hoy mismo me he enterado que uno de mis vecinos murió esta mañana en el hospital como resultado de lesiones graves en su puesto de trabajo durante el terremoto. Desde la tarde del martes las calles del centro, donde vivo, han sido tomadas por las Fuerzas Armadas y la Policía e incluso ahora, a las tres de la mañana, se oyen pasar tanquetas militares por las calles (lo que, por cierto, tiene bastante mosca un uruguayo y un chileno que se han refugiado en nuestra casa).

Pese a este impresionante despliegue de fuerzas de seguridad, debo admitir que la atención a la población civil ha sido insuficiente. Debemos tener en cuenta que durante los dos días que siguieron al terremoto pocas casas tenían luz o gas y ninguna agua corriente, a lo que hay que sumar que todas las tiendas están cerradas y es imposible proveerse de nada esencial. En este sentid, a menudo ha sido la propia sociedad civil la que se ha prestado apoyo a sí misma, de forma admirable aunque, por supuesto, mucho menos eficiente que si esta ayuda hubiese procedido enteramente de los organismos públicos. Aunque se ha declarado el estado de emergencia nacional (lo que pone a disposición del Estado todos los recursos necesarios para afrontar la crisis) los puntos de agua potable son escasos y distantes del centro de la ciudad, no hay forma alguna de conseguir alimentos y los centros de acogida son reducidos (generalmente escuelas públicas, que son también escasas) y es difícil localizarlos.

Al parecer, las autoridades han centrado sus esfuerzos en reestablecer los suministros domésticos esenciales lo antes posible, lo que consiguieron ayer por la tarde con la puesta en marcha del sistema de agua. Otro de los objetivos ha sido el de facilitar la salida de la ciudad a aquellas personas que deseen abandonarla. A tal efecto se han habilitado vuelos muy económicos entre Christchurch y Auckland estableciendo un auténtico puente aéreo con más de treinta vuelos al día (si bien están prácticamente todos llenos hasta la semana que viene). La otra alternativa es el transporte por carretera, con algunas dificultades ya que muchas gasolineras de la ciudad permanecen cerradas y las otras han aumentado el precio del combustible.

Así, la situación actual es bastante incierta. Si bien contamos con agua corriente y electricidad son pocas las tiendas que han abierto sus puertas al público y la ciudad está cada vez más desabastecida. Las noticias son escasa y aunque en los primeros momentos se anunció que el centro de la ciudad volvería a ser transitable en tres días, los daños estructurales en la mayoría de edificios se han revelado lo suficientemente graves como para que ese plazo inicial se dilate a semanas y meses.

Es por tanto difícil preveer cuándo se volverá a una relativa normalidad y, asimismo, las constantes réplicas de día y de noche no hacen sino dar carácter de provisionalidad a cualquier opción de futuro. Mientras, tanto cada día que pasa, mengua el número de desaparecidos, y pasan a engrosar la lista de los muertos, los últimos confirmados esta misma tarde entre las ruinas de la catedral.

En todo caso la situación es bastante extraña. A falta de planes a largo plazo, el automatismo más absoluto rige la situación: los obreros trabajan, las máquinas desescombran, los bomberos buscan supervivientes y la policía y el ejército patrullan por las calles. Los servicios públicos básicos, a excepción de la sanidad/emergencias, siguen suspendidos, no hay clases ni ninguna forma de transporte público ya que la central de autobuses (único medio de transporte público en esta ciudad) estaba en el centro del casco urbano y, por lo tanto, no sabemos si los autobuses han quedado dañados por el terremoto o simplemente están inmovilizados.

Por mi parte, me siento como en una sala de espera que se va vaciando rápidamente. De los diez compañeros de piso originales actualmente sólo quedamos tres. la mayoría se han trasladado a Auckland o han escapado a otras localidades de la isla sur como Queenstown, Dunedin o Nelson a la espera de que la situación mejore en Christchurch. La parte positiva de su deserción es que han dejado tras de sí toda la comida de la que disponían, legándonos así unas reservas considerables para las dos o tres próximas semanas (bueno, quizás sólo una si nos seguimos pegando los banquetes de hasta ahora). Además nos hemos quedado prácticamente sin vecinos, cuyas casas quedaron seriamente dañadas por el terremoto, aunque todavía no he decidido si esto es bueno o malo. Hoy se han realizado una serie de inspecciones técnicas de edificios en nuestra calle y los arquitectos municipales nos han certificado que nuestra casa está en perfecto estado y que aguantará cualquier terremoto o réplica, por lo que estamos bastante más tranquilos.

En todo caso, no sólo no lamento haber venido a esta ciudad sino que además agradezco inmensamente, a la instancia correspondiente en estos casos, la oportunidad de haber vivido una situación como esta desde la comodidad que brinda el estatus de visitante temporal.


Y ahora, las cuatro fotos de hoy: De visita en casa de los vecinos!!





15 comentarios:

  1. Jose Miguel: aquí el Isma. Sigo con atención tus impresiones (y tu prosa). Espero que estés aprendiendo mucho (aún más de lo que relatas) de esta inusual situación.

    Un abrazo solidario desde España. Good luck!y a pesar de todo Enjoy!

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  2. Lo cierto es que dejas muy claro la calidad humana (¿educación recibida?) de los habitantes de la ciudad... simplemente piensa en la diferente reacción de esta población (respeto, empatía y colaboración) con la de otros pueblos que sufrieron la misma, o parecida, catástrofe(asalto a tiendas, vandalismos diversos, etc)...
    Deseando que escribas desde Auckland, por si las moscas... Saludos, besotes y ánimos desde las antípodas...
    Berta

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  3. Hola majo, seguramente, cuando leas esto ya estarás en Aucland, y todo se habrá vuelto más normal y cómodo, da igual, no dejes de contar como tu sabes, tus impresiones de la nueva situación, desde aquí te lo agradeceremos, no sólo por lo que cuentas, si no por cómo lo cuentas. Y no olvides mirar al suelo, a 6.000Km de ahí en línea recta, se piensa mucho en ti. Mil besos:

    YO

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  4. Jose, efectivamente el ser humano puede ser mucho más admirable ante la adversidad. Tú estás dándo buena cuenta de ello. Tus reflexiones y tu postura ante lo que ves lo confirma. Te seguiré también en los capítulos de Auckland, ya me has viciado con tu blog!! Recuerdos de Sara! Alicia

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  5. Alicia lo ha dicho de una forma inmejorable. Este desastre ha sacado a la luz a la persona que eres ahora, y en medio de la tristeza que siento al pensar en otras madres y en otras familias que lloran sus pérdidas, tu existencia tal y como eres es un doble motivo de agradecimiento.
    ¡Buen viaje y mil besos!

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  6. que momentos de reflexión tan buenos, muchos de los que vivimos tan sobreprotegidos, en estas sociedades europeas no llegaremos nunca a saber como es en realidad la classe superviviente, aquella que saca las mejores cualidades de el ser humano ya que es un animal con muchos recursos, que como tu escribes.Que en realidad se preocupa por el projimo.
    bueno te seguire leyendo por aqui.
    besos desde el sobreprotejido Begues;)

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  7. Hola chato !!
    La verdad es que escribes de coña. Ayer estuve con María y tu padre y me enseñaron tu blog, así que me he puesto a leerlo, y me parece tremendamente interesante lo que escribes y como lo escribes.
    De todas formas cuidate mucho.
    Un besote. Nacho

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  8. Que fuerte Luismi... volveré a llamarte hoy mismo... lo he intentado un par de veces y no he conseguido dar contigo, por lo que he leído ya estás en Auckland así que me alegro...

    ... ya guardas otra ciudad en el corazón, Christchurch...

    Eres un hombre con suerte, y estás demostrando al mundo lo que muchos ya sabíamos, que eres un crack como persona aunque tu coche huela a concentrado de nicotina.

    Un abrazo sincero.
    Manel.

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  9. Buenas Mach,

    Veo que sin ningún rasguño, y después dicen que soy yo el que tiene 7 vidas

    Te felicito por el bloc, como siempre tu prosa tan admirable, y a demás, mejorando el contenido, sin recursos fáciles para captar la atención como enanos travestis.

    Me alegro mucho de que estés bien, le dije a mi madre que estabas en la ciudad del terremoto y me dijo; lo que no haya vivido el machin no lo ha vivido nada.

    Sigue disfrutando del viaje y sigue escribiendo en blog que está muy interesante

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  10. No hay nada como la medicina de la realidad (agítese antes de usarla) para despabilarse del sopor en el que nos ha sumido el narcoperiodismo, para que las delirantes imágenes creadas para habitar en esa mansión de los horrores que es la “normalidad” se disipen con el polvo de las casa derruidas. Esa figura metacientífica que son los “Líderes de comunicación” seguirán intentando adormecer a la población con sus portadas de “contenido humano”, reducir a víctimas a los vulgares primates que habitaban bajo el barniz de civilización… Y no dudes que con sus vigorésicos, anoréxicas y triunfadores de todo pelaje en breve habrán untado de excepticismo a todos aquellos que han despertado con el terremoto y los volverá a inmovilizar. Las guerras, las catástrofes naturales, cualquier sensación de peligro, hacen que esa leve capa de civilización con la que nos recubrimos se caiga, que el animal que llevamos dentro busque su supervivencia… Y, en contra de la creencia popular (o, más exactamente, populista), salvajes únicamente son los que se proclaman superiores. La manada siempre se protege en grupo, lo que has experimentado no es más que la solidaridad espontanea que pervive en lo más profundo de nuestro código genético, esa parte primitiva de la que nos han intentado liberar con verdades y dogmas.
    Una experiencia positiva (aunque tu madre me sacuda con el rodillo de amasar pan por alegrarme de los terremotos de su niño) que, lejos de romper ningún cimiento, seguramente ha puesto las bases para que le des un nuevo sentido a tu vida… No todo el mundo tiene la oportunidad de ver la humanidad tan desnuda como la has visto, entre los escombros de ese disfraz llamado “primer mundo”.

    Un fuerte abrazo de tu amigo Enrique"

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  11. Hola Jose Miguel,acabo de hablar con tu madre,que,para mi asombro, me ha puesto al tanto de todo;y,no he podido resistirme a leer tu blog antes de acostarme.
    Desde luego,por como relatas lo que has vivido,y por lo que resaltas de la situación, y el enfoque que le das (ajeno al sensacionalismo y al morbo,tan proclive en estas situaciones),demuestras la gran persona que eres....
    Me alegro que ya todo haya pasado para ti, y que ya no te sientas como la sala de espera del médico. En cualquier caso, creo que realmente como te debes de sentir ahora,es como se siente uno cuando,después de una dolencia,el médico te dice que estas como una rosa y sales de la consulta triunfante,como si hubieses vuelto a nacer.
    Disfruta de Auckland, y de ser como demuestras que eres.
    Un beso muy fuerte desde tropecientos mil kilómetros de distancia, a la que se encuentra Jerez.
    PD.- Anda que no hay sitios en el mapamundi,y se te ocurrió ir allí...

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  12. ¡Pero que talento y que grandísimo corazón tienes! Para mí no es nada nuevo sabiendo que eres un "MachinCuerda". Lo llevas en la sangre.
    Supe de tu viaje a NZ por tus papis y sentí un sobresalto el día del terremoto. Me alegré mucho saber que estabas bien. Me ha encantando tu blog y espero que sigas escribiendo para disfrute de los que te seguimos.
    Afortunados los de Auckland por el visitante que les ha llegado. Ya esperamos con impaciencia tus nuevas crónicas.
    Recibe un cariñoso beso y un fuerte abrazo de tu amiga Carmen de Valladolid.

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  13. Hola! soy Alba. Soy amiga de tu madre (de sadhana). Durante el último seminario vivimos tu situación a través de Lucha. Nos explicó, con una mezcla de sentimientos: entre alivio, por saber que estabas bien, entre angustia, por lo que pudiera haberte pasado, toda tu historia desde el terremoto. Me invitó a que ojeara tu blog, y eso es lo que he hecho. He de decirte que, aun ser el testimonio de unos acontecimientos no precisamente alegres, tu historia me ha resultado una delicia. Me gusta tu estilo al escribir. Enhorabuena por el blog.

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  14. machin!! venia con la intencion de trolearte, pero no puedo!! VIVA y BRAVO!!

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  15. Ei hermano!!!

    Como estás? que tal la nueva isla? que me voy metiendo a ver si cuentas algo nuevo y veo que nos estamos volviendo perezosas....

    Vaaaa... cuentate algo, que algo estarás haciendo, no?

    Un besote!

    M.

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